Tuesday, January 05, 2010

Verdades y morales. Modernidad y postprocesualismo como perspectiva premoderna

¿Qué significa que una persona sea partidaria de despenalizar el aborto? ¿Qué esa persona no tiene valores? ¿Qué es perversa? ¿Ruin? Y si eres comunista ¿tampoco tienes valores? ¿Quieres destruir la sociedad empezando por valores esenciales? ¿Y además te comes a las guaguas?

Muchas veces vimos a lo largo del siglo XX a la derecha académica señalando que el marxismo era una teoría equivocada para explicar la sociedad porque no todo lo social se reducía a “relaciones sociales de producción”. Reiteradas veces también vimos a la derecha política describiendo al socialismo como una propuesta económica errónea por “ineficiente” y muchas más veces vimos a la derecha social describiendo dicha corriente como una filosofía moralmente perversa “por atea, dictatorial, antivalórica, etc.”. Estas tres derechas constituyen en realidad tres facetas del mismo sector de la sociedad y expresan muy bien la unión entre ontología, teleología y ética al interior del sintagma de racionalidad occidental durante el Medioevo y la Premodernidad. La idea de un sintagma de racionalidad occidental para definir el período que va entre el fin del Medioevo y la caída del muro de Berlín ya fue desarrollada en un ensayo anterior y se entiende como una estructura de pensamiento que define la relación de la sociedad con su historia mediante la integración de tres componentes fundamentales. En primer lugar tenemos una ontología o concepción coherente sobre las esencias del ser humano, así como una teleología o direccionalidad histórica que se desprende de dicha ontología. La teleología se traduce en un proyecto político que implica un "deber ser" para los actores sociales, lo que conlleva una ética acorde tanto a la ontología definida como al proyecto político adoptado y que constituye el tercer componente del sintagma.

Un ejercicio similar al que hicimos con la derecha, podemos hacerlo con la izquierda académica, política y social en referencia al capitalismo. También podemos hacerlo con el catolicismo en referencia al liberalismo y al marxismo. Al realizar dichos ejercicios llegamos a una sola conclusión: para cada uno de los tres paradigmas de la premodernidad los restantes paradigmas no sólo representaron un diagnóstico “equivocado” del mundo, sino también fueron sostenidos por sujetos “moralmente malos”. Del mismo modo, durante el milenio medieval la cristiandad no sólo consideró al Islam como una doctrina falsa sino también como una clara expresión de la perversidad. Por su parte, el período que va entre el descubrimiento de América y la caída del muro de Berlín se caracteriza por el retroceso de paradigma de la cristiandad y por el surgimiento de los paradigmas ilustrado (liberal-racionalista) y marxista. La tensión experimentada por estos tres paradigmas es también característica de este período que denominamos Premodernidad.

A pesar de las claras diferencias entre el Medioevo y la Premodernidad y entre los tres paradigmas citados, hemos argumentado que éstos poseen el mismo sintagma de racionalidad y que, como consecuencia evidente, el cambio de época experimentado al fin del Medioevo no implicó nuevas estructuras de pensamiento, aunque si nuevos contenidos. El verdadero cambio en dichas estructuras ocurre al momento en que el sintagma de racionalidad occidental sufre cambios en su estructura misma. Esto ocurre cuando, tras la caída del muro de Berlín, emerge el nuevo paradigma dominante, a partir de la transformación del paradigma ilustrado y de la incorporación en sus dominios intersticiales de los elementos que sobrevivieron tanto del paradigma de la cristiandad como del marxista. Estamos hablando del paradigma de la sociedad red o verdadera Modernidad.

Durante el Medioevo y la Premodernidad la relación entre los distintos paradigmas es conflictiva y como efecto de la unión entre ontología y ética se consideró corrientemente que todos los equivocados con respecto a la "Verdad" lo estaban también con respecto a la moral. Si los marxistas tienen una teoría social equivocada o bien un modelo político inadecuado ¿necesariamente implica que esa gente carece de “escala valórica”?. Si una persona en materia económica se declara partidaria del neoliberalismo ¿significa que esa persona sea perversa en lo ético? ¿O simplemente significa que posee una opinión económica distinta? Asimismo, el hecho que alguien se muestre en desacuerdo con el cristianismo ¿qué significa? ¿que esa persona no tiene "buenos sentimientos"? Asimismo, que la arqueología procesual norteamericana postule modelos explicativos equivocados ¿significa que sea moralmente equivocada por negar la libertad de los sujetos? ¿Significa que sea una perspectiva perversa por no respetar, supuestamente, los derechos de las minorías al patrimonio? ¿Significa que Binford es moralmente malo, "dueño de la verdad" y "poco humilde" a diferencia de Almudena Hernando, que no solo tiene una teoría verdadera, sino también moralmente buena?

La misma moralina política de un Jaime Guzmán podemos encontrarla en algunos representantes del postprocesualismo, especialmente en aquellos que juzgan y moralizan teorías ajenas desde una posición socialmente cómoda y con una billetera económicamente segura. Más que en cualquier otro lado tenemos en la arenga postprocesual chilena al conservadurismo enmascarado de posicionamiento en vanguardia y a la crítica como herramienta de la reacción.

2 comments:

RULO said...

Porfavor!!!!!
Las guagas no se las comen los ateos sino los comunistas!!!!
No creo que podamos calzar en modernidad(al menos como la has definido), evidencia de ello es la reaccion de muchos cuando declaro que no me gusta la democracia y que no creo que sea "el menos peor de los males", ni hablar cuando me declaro a favor del control natal.
Creo tambien que debes tener cuidado con el termino "sentido comun" que aunque muchos lo entendemos en forma coincidente no siempre lo aplicamos y (al menos en lo personal) no se ovserva como algo comun.

Gregorio Calvo G. said...

Gracias por el comentario. En uno de los ensayos anteriores se ofrece una definición del concepto sentido común. Las técnicas y políticas de control natal no sólo son privativas de la Modernidad, como muchas veces tendemos a creer. Han estado siempre. Salu2