Sunday, October 25, 2009

La historia de Flavia Perpetua o el asteroide 130

Je lui parlais de bridge, de golf, de politique et de cravates. Et la grande personne était bien contente de connaître un homme aussi raisonnable. (Saint-Exúpery)


La que viene ahora corresponde a una historia real. Digo real porque tuve la voluntad reconocerla bajo esa etiqueta. Es una historia que conozco bien de cerca y para eso mi telescopio fue más que útil. Entre observar antiplásticos con lupa pequeña y planetas con lupa gigante no había mucha diferencia por aquellos días de subterráneo. Era una tarde acalorada cuando distraía mi vista adolorida con asteroides y planetas del sistema solar. De pronto un cuerpo captó poderosamente mi atención. Durante las primeras observaciones pensé haber identificado el asteroide 71 de la serie, pero en realidad correspondía al 130. Su único habitante era una adolescente de piel blanca y rostro suave, pero de ojos duros y labios indiferentes. Fue así como conocí a quien que por cierto, ni siquiera puede decir su nombre. No es huérfana, ni ha nacido en probeta; sencillamente ha olvidado cómo se llama y eso es algo que no la incomoda. Sorprendente ¿no? La bauticé como Flavia Perpetua. Era un nombre que agradaba tanto a mi boca como a mis oídos y expresaba mi debilidad por las voces latinas, especialmente por las que, de vez en vez, encuentro cuando husmeo en el martirologio. La muchacha se habría de llamar Flavia Perpetua, o por lo menos ese sería su nombre en mi cuaderno de campo.

Su mirada es aguda, pero no conversa con gente. De hecho ni siquiera habla. Su temple y fuerza de voluntad le han permitido proveerse de todo lo necesario para vivir. Tamaña tarea, si se considera lo frío y aislado que debe ser un asteroide. Pero ella sabe perfectamente como y con qué calmar por sí misma las necesidades que asaltan a cualquiera. Como no alterna con sus semejantes no necesita medios de comunicación, aunque de ser justo hay que reconocerle el gran mérito de haber inventado su propio sistema de codificaciones. Uno que le permite condensar y almacenar toda aquella información que una pequeña cabeza sencillamente no puede memorizar.
Alguna vez tuvo aquello que llamamos familia y estuvo con ella hasta el día que hizo un sensacional hallazgo: descubrió el modo de reciclar sus propios desechos orgánicos y convertirlos en alimentos mediante una máquina recicladora. Un avance meritorio realizado en solitario, pero que implicaba insumos y repuestos para mantener la máquina en buenas condiciones. Así es que durante un tiempo dependió de su entorno, manteniendo la etiqueta y los procedimientos necesarios para asegurarse tuercas y electricidad. Pero Flavia miró más allá de su nariz y construyó ella misma la maquinaria necesaria para renovar los dispositivos de la máquina de reciclaje. Eso no es todo: poco tiempo después descubrió la manera de generar electricidad con su propio acondicionamiento físico, al igual que la tecnología para almacenarla y alimentar la máquina de reciclado orgánico. Tamaños descubrimientos aseguraron la subsistencia de Flavia Perpetua sin que alguna vez en su vida tuviese que dirigir la palabra a uno de sus semejantes.

De su familia se ha olvidado y quizás nunca le importó ¿Quién sabe si sus hermanos están repartidos por los otros asteroides? Alcanzó a escuchar por ahí que el saber es poder, pero no hubo ocasión para que la política le interesase. En su caso el saber realmente es poder: poder sobrevivir sin eso que llamamos riesgos. Por eso es que con cada paso que da en su solitaria subsistencia agiganta su apetito por el conocimiento. Desde mi ventana tuve ocasión de apreciar el telescopio que ha construido. Al lado suyo, el mío parece un binocular de juguete y le ha permitido escudriñar cada rincón de la Vía Láctea, previendo los posibles accidentes y las fluctuaciones del Sistema Solar.

Según la primera impresión pareciera no ver el planeta Tierra o la vida humana. Pero Flavia tiene esa capacidad, sólo que no le interesan las cosas de este mundo. O mejor dicho: le interesan porque también representan conocimiento, pero ha decidido no intervenir en las insuficiencias de los humanos. Entonces podemos testimoniar otro gran logro: hacer etnografía más allá del planeta es un mérito con el que yo soñaba pasar a la historia de la disciplina, pero recopilar información antropológica desde la perspectiva de un asteroide sí que es un avance. Además si se hace con el nivel de la certeza absoluta. De hecho ella es una antropóloga absoluta.

La paciencia es madre de certezas y gracias a ella pude determinar que Flavia no había perdido la capacidad para distinguir la conducta humana. Durante mis largas observaciones vi cuando descubrió otro sujeto que vivía en un asteroide. Tamaña sorpresa porque hasta ese minuto ella se consideraba única. Era el asteroide B 612, donde habitaba un niño de cabellos rubios. Flavia le observó detenidamente y se aseguró que él no la viera. Para eso ha también ha desarrollado la tecnología necesaria. Al contemplar otra cara rosácea sintió emociones que había olvidado por completo. Quizás había que hacer una pausa. Las emociones de aquella mañana fueron una vaga sensación que de pronto se le hizo agua en los ojos. Ella no sabía explicárselo y aunque no lo recordara en forma precisa, la última vez que sintió algo parecido fue cuando enterró su cara en el pecho de su hermano mayor mientras él acariciaba su cabeza de niña. Desde ahí han transcurrido más de cuatro estaciones cálidas. Pero en una mujer que ha extraviado su memoria de niña esas emociones suelen confundirse con los deseos de la carne. Para Flavia no había impulso que no fuera una necesidad y no había necesidad que ella no estuviera capacitada para satisfacer. Incluso esa; pero ella es antropóloga absoluta y ningún movimiento riesgoso debe haber con anterioridad a la observación absoluta de Flavia. Fue así como descubrió que con frecuencia el muchacho movía su asiento uno o dos metros en sentido contrario a la rotación de su asteroide, como persiguiendo al sol. Una vez que lo alcanzaba se quedaba sentado hasta el momento en que desaparecía de su vista. Luego volvía a desplazarse con el asiento hasta quedar en presencia del sol poniente. Flavia tomó nota y ensayó con algunas regresiones a ver si despejaba algún modelo con que explicar dicho comportamiento. Luego de intentarlo varias veces abandonó las observaciones y tomó asiento. Dedujo el principio de doble contingencia, calculó que el contacto con otros sujetos codificantes significaba riesgos, y apuntó que con los riesgos podía llegar el peligro de desajustar la rueda de la subistencia. Así es que ya no sintió atracción por un muchacho que jamás podría colocarse en función de Flavia al modo de la máquina recicladora. Un simple cálculo de probabilidades así lo demostraba. Ya tendrá el conocimiento y la tecnología para llenar aquel vacío lujurioso en su vida. Sin embargo cayó en la cuenta que el muchacho podría entrar en su vida por cuenta propia y en ese caso decidió sacarle partido antes que constituyera una interferencia. Con la tecnología apropiada le hizo llegar un dardo cargado con brucina. La muerte del niño pasó sigilosa frente al sol y pronto Flavia se apoderó de su cuerpo. No perdió tiempo con apetencias lividinosas y lo disolvió en sus componentes básicos. Flavia Perpetua pudo entonces ratificar todos y cada uno de sus conocimientos sobre anatomía macroscópica, microscópica y molecular. Las sustancias obtenidas le sirvieron para renovar las moléculas de su cuerpo y concientizar una vez más las ventajas corpóreas e intelectuales que la hacen superior al resto de las mujeres.

Aquella vez tuve miedo y no volví a posar mis ojos en el asteroide 130. Nunca supe si la compañía llegó nuevamente a ser una necesidad. Si así lo fuera, lo más probable es que Flavia genere dispositivos para acompañarla, lo que disminuirá ostensiblemente los riesgos inherentes a la sociabilidad con personas corrientes. Por cierto que esos dispositivos estarán fabricados a su imagen y semejanza, y ella no permitirá que descubran el camino ovoide hacia la vida eterna. Una elipse individual, perfecta, eterna y lejana al cúmulo de las insuficiencias humanas. Globo ocular y camino metacultural. Diosa nueva que insufla un océano nuevo. El prójimo va a desaparecer.

Saturday, October 10, 2009

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