Saturday, March 28, 2009

Teoría como pregunta, diccionario como respuesta

Se me ha criticado el hecho de utilizar diccionarios de uso corriente e incluso el diccionario común y silvestre de la R.A.E. para especular sobre el concepto de teoría arqueológica, sin hacer mayores referencias a lo que han escrito los grandes teóricos de la disciplina.

La buena memoria a veces puede ser una maldición y gracias a ella nunca he podido borrar de mi mente las palabras de mi alfabetizadora cuando en segundo básico nos enseñó algo tan elemental como que cuando no supiésemos una palabra la buscáramos en el diccionario y que cuando estudiásemos o hiciésemos las tareas procuráramos mantener una de esas herramientas a corta distancia de nuestra mano hábil.

Veintitrés otoños han concluído desde aquella mañana de abril y aún mantengo mi costumbre de tener un diccionario a la vista cuando hay que trabajar con la cabeza. Es evidente que el internet simplifica las consultas pero, independiente de eso, cada vez que visito una biblioteca procuro hacerme de un diccionario más o menos contundente.

-"¿Qué diccionario quiere?"-

-"Uno de la lengua: Sopena o el de la R.A.E."-.

A la mayoría de los bibliotecarios o bibliotecarias esto les resulta absolutamente indiferente. Sin embargo, más de algún estudiante cortés, de los que aún se acercan a saludar, mira asombrado algo que para mí constituye una costumbre radicalmente cotidiana: tener un diccionario arriba de la mesa. Seguir la sugerencia de la alfabetizadora nunca fue problema; en mi casa había varios de esos libros dadas las peculiaridades de mi padre y hasta el día de hoy conservo una costumbre que para algunos vástagos del nintendo no sólo parece rara o exótica, sino también increíble en un individuo que, a su edad, ya debiera saber todo lo básico sobre el mundo.

El gran Lumbreras tenía más años que yo cuando usó una definición de diccionario para rebatir a quienes consideraban que el concepto de ciudad era "etnocéntrico" y que por ende no podía usarse para interpretar sitios arqueológicos como Chanchán o Wari. El diccionario, al igual que la lógica, es una vía elemental para resolver problemas conceptuales y una herramienta de primer orden cuando nuestro propósito es alcanzar el conocimiento. Tengo la certeza que si nuestros problematizadores-deconstructores no se saltaran el diccionario de su propia lengua antes de consultar a quienes escriben en otro idioma, nuestros problemas conceptuales se reducirían al menos en un cuarto. También algunos postmodernistas darían un salto verdadero hacía la sencillez del pensamiento, hacía la precisión conceptual y hacía una humildad que no se le pide a los estudiantes sin que antes la practiquen los maestros. No es una mera coincidencia que a quienes critican nociones como "sexualidad", "templo" o "ciudad" como supuestamente etnocéntricas podamos enfrentarlos con un diccionario en la mano y con el sentido común en la otra. Por eso es que para revisar el concepto de teoría he optado por las herramientas que consideré más básicas y sanas: la lógica y el diccionario. De este modo se logró un punto de vista peculiar y por ende valioso acerca de uno de los tópicos donde más se han generado redundancias, muletillas y lugares comunes.

Sunday, March 01, 2009

Deconstruir y problematizar.

Las grandes obras las sueñan los genios locos, las ejecutan los luchadores natos, las disfrutan los felices cuerdos y las critican los inutiles crónicos.

(Proverbio ruso)