Friday, March 30, 2007

La arqueología histórica

Se podría decir que en América Latina está de moda hacer arqueología de la Colonia. También de la República. Pero resulta más interesante observar las veces en que dichas arqueologías, agrupadas como "arqueología histórica", han sido el estímulo y el dominio donde se han realizado críticas paradigmáticas al modo en que se ha desarrollado la arqueología, que, como se sabe corrientemente, ha estado vinculado mayormente a la prehistoria. No solamente en los países de habla hispana, sino también en E.E.U.U., hay quienes han tratado incluso de caracterizar la arqueología histórica como una herramienta de crítica cultural y bandera de lucha para la democratización del conocimiento sobre el pasado frente a la imposición del capitalismo, el positivismo, la institucionalidad, etc.

Al menos en Chile estos últimos diez años han mostrado un aumento en el interés real de los arqueólogos por estudiar el período post contacto. Si bien es cierto que los principales estudios han venido de la arqueología de impacto ambiental más que de líneas de investigación académicas, resulta innegable que hoy sabemos más y mejor de lo que se sabía hace quince o veinte años. Después de las excavaciones no era tan raro encontrar bolsas de materiales con etiquetas que denotaban un acabado conocimiento de la tipología prehistórica al lado de una gran bolsa con la etiqueta "histórico" en donde venía desde loza inglesa hasta hebillas de cinturón. Había arqueólogos que despejaban de materiales coloniales o bien subactuales antes de comenzar a excavar, rescatar y registrar rigurosamente los sitios prehistóricos, tarea a la que estaban focalizados y para la que los habían preparado en la universidad.

Los arqueólogos "históricos" parecieran estar tomando cuerpo como un segmento del gremio con una presencia no menor. Muchos de sus posicionamientos van destinados a superar la doble marginalidad de la arqueología histórica: al margen de la historiografía y al margen de la arqueología prehistórica. Llama la atención, a veces, el interés por generar una identidad disciplinaria propia, interés que no necesariamente hay que compartir para poder estudiar arqueológicamente los períodos colonial y republicano. Tampoco es necesario creer en una arqueología histórica planteada en forma opuesta a la "prehistórica" y formando un grupo aparte. Más todavía si aún la inmensa mayoría de los arqueólogos, titulados o no, provenimos exactamente de la misma escuela y muchos trabajan indistintamente en ambas "arqueologías".

¿Cómo fue que comenzó todo? Me gustaría dar una posible respuesta a esta pregunta... creo que todo empezó en la Europa decimonónica, cuando se daba un contraste entre la arqueología prehistórica europea y la arqueología de las primeras civilizaciones. Era una época de connotaciones donde la sociedad aún confundía la ideología con la verdad empírica. Se aceptaba comúnmente que el Hombre prehistórico era "primitivo porque no tenía sistema de escritura", o que "no tenía mayor desarrollo del espíritu, porque para eso son imprescindibles las letras". Por otra parte se asumían algunas de los siguientes tópicos: "la escritura viene de medio oriente", "los griegos inventaron la política", "los romanos crearon las leyes", etc. La idea que flotaba entre letrados y no letrados era la siguiente: el Hombre prehistórico tenía la misma potencialidad que el moderno, pero el desconocimiento de la escritura le impedía desarrollar su potencial de abstracción. Hoy, incluso, más de alguno todavía piensa que la "razón" permite que la "astucia" se transforme en "inteligencia" y eso no era posible en el Paleolítico porque la razón recién "la inventaron los griegos". Una buena porción de los historiadores, filósofos y eruditos de las "humanidades" ha tomado estas nociones por verdad, aún cuando las aprendan, las redacten y las presenten con palabras distintas o bien de manera implícita. Entre los letrados americanos existió una corriente decimonónica, el latinismo, que postulaba la superioridad espiritual de la tradición grecorromana por encima de las precolombinas como causa final de la conquista europea. Eso y no las armas de fuego. Personajes como Andrés Bello, por ejemplo, no estaban precisamente distantes de dicha corriente y los efectos de la institucionalización del latinismo aún se palpan en Chile, especialmente cuando constatamos que la mayor concentración de etnocentrismo se da en una buena porción de los profesores escolares y no entre los historiadores, ni entre los teólogos, ni entre los sociólogos.
Los gobiernos anteriores a la dictadura militar casi siempre mostraron una especial atención a la educación pública y en vísperas del siglo XX para acceder a cargos de importancia en educación no se podían desconocer "los contenidos filosóficos y espirituales de las letras humanísticas", según la opinión de muchos y no importando si el candidato, por ejemplo, viniese de la ingeniería o la economía. Sofismas similares probablemente todavía se planteen en algunos dominios académicos en los países occidentales.

¿Qué tiene que ver todo esto con la arqueología europea de fines del siglo XIX? Mucho. El conjunto de las nociones mencionadas formaba parte del "currículo oculto" con el que los sistemas de enseñanza europeos perpetuaban la idea de que su cultura los hacía superiores al resto de la humanidad. Los arqueólogos también recibieron enseñanza escolar y cuando se diferenciaba la arqueología de tiempos prehistóricos con respecto a la arqueología clásica afloraba toda una sensación de superioridad de lo "histórico" con respecto a lo "prehistórico".

El asunto se resumía así: Europa era igual que el resto de la humanidad, hasta que recibió la luz greco-romana, que la hizo superior. Después sufrió un retroceso bajo las tinieblas de la Edad Media y en virtud del Renacimiento pudo hacer brillar nuevamente la luz de la razón pura y práctica, pero esta vez sobre todo el planeta. Siguiendo un concepto distinto al de Kant, la razón pura correspondería al cultivo de las ciencias y las humanidades, y la práctica a la capacidad organizativa, política y económica, articuladas con una coherencia moral que, la mayoría de las veces, buscó legitimación ideológica en el cristianismo. Los prehistoriadores difícilmente podían encontrar herramientas retóricas de peso como para vencer la idea de la inferioridad congénita de sus grupos estudiados frente a los grupos cronológicamente posteriores. Las humanidades eran las únicas disciplinas que por aquellos años proveían de sustento teórico realmente profundo y reconocido socialmente para cualquier discurso ideológico (junto a la teología, claro). Eran precisamente la matriz disciplinaria e incluso institucional que mantenía la sensación de superioridad de lo escrito frente a lo ágrafo y de lo greco-romano frente al resto. Otras voces aún estaban en desarrollo embrionario y el marxismo aún no alcanzaba la fuerza social y política que tendría durante del siglo XX.
Los prehistoriadores llegaron a América. Trajeron la distancia, potencial o práctica, con los arqueólogos "de tiempos históricos". Como se sabe, en EEUU los prehistoriadores encontraron un enfoque teórico y disciplinario, distinto a las humanidades, que permitía valorar su trabajo y a las culturas prehistóricas de manera tal que podían equipararlas, gracias al relativismo cultural, con otras sociedades ubicadas en distinto tiempo y espacio. Ese enfoque era el de la antropología cultural. La arqueología, entonces, con mayor fuerza se distanció de la historiografía y se integró a la antropología. El "conocimiento del Hombre", supuestamente global e integrado, comenzó a pasar de la prehistoria a las sociedades etnográficas y viceversa, sin detenerse mucho en lo que había de por medio.

Si en Europa la actitud era despectiva desde lo "histórico" hacia lo "prehistórico", al interior de la arqueología americana se dio una situación inversa, pero no exactamente idéntica, condicionada por el hecho tan sencillo de que la disciplina se configuró bajo la guía de maestros provenientes de la arqueología prehistórica europea. Todavía recuerdo cuando en el primer año de la carrera el profesor nos señalaba que la arqueología prehistórica era la "arqueología más arqueología", subvalorando implícitamente a la arqueología histórica. Por otra parte, personas ajenas al gremio aún consideran que la arqueología escasamente puede llegar a ser incluso necesaria para el estudio de la Colonia o la república. ¿La razón? Según ellos ha pasado poco tiempo desde la llegada de los españoles; no hay "ruinas" o "altas culturas" que se hubiesen extinguido desde la conquista europea en adelante. Incluso la asociación de arqueología y antropología en algún momento hizo pensar a ciertos historiadores que la arqueología en América escasamente podría aportar algo al conocimiento de sociedades poseedoras de un sistema de escritura desarrollado sobre una base cultural de carácter greco-romano donde existían buenas fuentes documentales. ¿Por qué se comenzó a cuestionar todo esto teniendo al concepto de arqueología histórica como concepto central? Las razones pueden ser múltiples, pero parecieran apuntar a un mismo fondo causal: una carrera cuya ponderación PAA exigía un 50% de manejo histórico escasamente ofrecía a sus estudiantes ramos vinculados con la Historia. Lógicamente el estudiante mantuvo su interés o bien su formación histórica y, tarde o temprano, dispuso de fuentes bibliográficas en donde se vincula Historia y arqueología. Paulatinamente se incrementó el interés en materiales culturales que hasta ese momento parecían estar fuera del interés arqueológico y más cercano al interés de anticuarios, coleccionistas, arquitectos e incluso curas. Desde entonces que en varias ocasiones se ha intentado definir teórica o bien especulativamente el carácter o bien la médula de la arqueología histórica, a la par que se desarrollan los trabajos empíricos. Se ha sostenido que debe plantearse como meta la superación de alienaciones, tanto entre los distintos sujetos culturales involucrados por la práctica arqueológica como también entre el mundo académico y los actores sociales vinculados al patrimonio cultural. Esto se ha realizado en conjunto con una serie de críticas relativamente profundas a la relación entre academia, positivismo y capitalismo. También se han formulado críticas a la escasa profundidad relativa de su desarrollo teórico. Creemos que en este tipo de trabajos se respira una preocupación real por los temas mencionados y, desde una toma de postura, existe de nuestra parte real interés por responder de modo fáctico a los desafíos que teóricamente se han planteado para la arqueología histórica. Partiendo de la base de que la arqueología constituye un intento sistemático de comprender los procesos históricos sobre la base del estudio de la cultura material, podemos incluso cuestionar por redundante la categoría de "arqueología histórica". En ese sentido y bajo una perspectiva de carácter explícitamente historicista, la arqueología, en su conjunto, debe ser considerada como una disciplina profundamente histórica. Consecuentemente nos resulta más cómodo hablar directamente de la arqueología colonial o republicana, de la misma manera en que se habla de la arqueología del Formativo o del Paleoindio.

¿Y qué es la Historia? Después de revisar una gama de autores, creo que no sería aventurado definir la Historia como una práctica disciplinada que construye un conjunto sistemático de discursos sobre el pasado. Aunque resulte inverosímil para varios, el agrupamiento de discursos provenientes de distintas corrientes también puede constituir un conjunto sistemático acerca del pasado. ¿Historiografía? La primera vez que me acerqué a dicha palabreja fue en segundo medio. "Historiografía se refiere a la interpretación de la Historia". Nunca he podido olvidar la respuesta dada por mi profesor jefe mientras ordenaba unos papeles en su oficina. Más gráfico resultaría definir historiografía como "el arte de escribir la Historia". Pensando en la definición ofrecida en el párrafo precedente acerca de la Historia, creo que es mejor conceptualizar la historiografía como el conjunto dinámico de criterios involucrados en la construcción de un relato histórico específico. Decimos que es "dinámico" dado que los "criterios" no permanecen inalterables a lo largo del tiempo y se relacionan con algo absolutamente práctico: escribir la Historia. En esta "manera de escribir" entran los marcos teóricos, las metodologías, la formación académica y todas aquellas cosas bien descritas por la sociología de la ciencia.

Al contrastar una disciplina caracterizada como "un intento sistemático de comprender los procesos históricos sobre la base del estudio de la cultura material" con otra disciplina que constituye "una práctica disciplinada destinada a construir un conjunto sistemático de discursos sobre el pasado" aflora lo que realmente caracteriza tanto al arqueólogo -interpretar la cultura material- como al historiador actual -construir un discurso global sobre el pasado. Aflora también la plena conciencia no sólo de lo absurdo que resulta hablar de "arqueología histórica" sino también la existencia de una "Prehistoria" como algo separado de la "Historia". Todas categorías que existen por su razón de utilidad más que por una sólida fundamentación teórica. Los teóricos de la arqueología histórica, si bien han denunciado lo absurdo de las barreras entre dos disciplinas centradas en el pasado, escasamente han sido capaces de proponer nuevos conceptos metodológicamente operativos y teóricamente profundos al mismo tiempo. La estructura de sus artículos o la lectura de sus ponencias parten de un cuestionamiento crítico acerca de conceptos como los aquí planteados, pasan por problematizadas reflexiones de consistencia muy variable y vuelven al problematizado punto de partida. Sus argumentaciones, la mayoría de las veces interesantes, otras veces discutibles y pocas veces incoherentes, son aceptadas como manifestación de lo importante que resulta reflexionar en arqueología, pero la mayor parte de la audiencia arqueológica, dentro de su fuero interno, sigue validando la distinción histórico-prehistórico en su razón de utilidad y cómodo convencionalismo.

No sólo la presencia de los arqueólogos en el ambiente sino también la integración de técnicas provenientes de la investigación social, tales como la entrevista y la disponibilidad de fuentes tales como el cine, la fotografía o la grabación, así como también la presencia de historiadores en temas de contingencia son factores que han ido dejando la imagen del historiador de "archivo" como una imagen cada vez más clásica e incluso como anacrónica. Pese a todos los puntos comunes entre arqueólogo e historiador el manejo de fuentes documentales y de la cultura material sigue demandando especialistas. La integración efectiva entre arqueólogo e historiador constituye la verdadera necesidad antes que conceptualizar la especificidad de cada una de las etiquetas, tarea a la que uno y otro, en ciertas ocasiones, se han abocado mirando desde su disciplina, no siempre consultando la opinión del otro e incluso dejándose llevar por informaciones que escasamente van más allá del prejuicio.

Un paso necesario para la integración consiste es posicionar a ambas en el ámbito de las ciencias sociales. Sólo entonces nos damos cuenta que la historiografía del arqueólogo se llama "teoría arqueológica" y también se caracteriza por el dinamismo. El fracaso manifiesto de la mente letrada e ilustrada de Europa para "corregir" los errores acumulados a lo largo de los supuestos siglos de ignorancia medieval o etnográfica y la imposibilidad de encontrar soluciones puramente racionales de los problemas humanos sobre la base del conocimiento humanístico son las causas reales que explican el surgimiento y desarrollo de las ciencias sociales. Al caracterizar la historia dentro del paradigma científico se abren mejores posibilidades paradigmáticas de superar el espiritualismo humanístico-latinista y toda la carga de etnocentrismo que conlleva. Es el requisito para asumir de modo maduro y realista el flujo interdisciplinario de conceptos y enfoques que desde disciplinas como la sociología han arribado al campo de los historiadores. El chauvinismo contenido en el concepto de la historia como una "disciplina sui generis" impide una verdadera interdisciplinareidad y, por tanto, un retardo en el desarrollo de visiones globales acerca del fenómeno humano, especialmente de aquellas que tengan real ajuste con la realidad y que, además, representen un aporte sustantivo a la sociedad actual.

La arqueología colonial y republicana se vuelve realmente histórica cuando se realiza dicha integración bajo el paradigma de la ciencia social. El arqueólogo "histórico" lo hace de manera consciente o inconsciente, pero lo hace igual y su práctica se define operativa y arbitrariamente como una arqueología centrada en los períodos colonial y republicano. El tema no debe ser más complicado que esto. Las mayores verdades de la teoría arqueológica, con respecto al período que sea, no tienen por qué constituir algo que vaya más allá de lo evidente: en realidad practicamos la teoría en forma correcta cuando nos liberamos de los discursos que nos impiden llegar a lo evidente.

Thursday, March 29, 2007

La filosofía de Hegel

La situación del hegeliano se parece a la de un caminante infatigable que carga un pesado baúl sobre sus hombros. Todos sus recursos han sido gastados para mantener el baúl en buenas condiciones. Muchas veces pasa hambre y frío. Cuando viene la noche cesa de caminar. Busca entonces un lugar a la vera del camino donde permanecer. Abre el cajón y saca su único contenido: un toldo de nylon destinado a proteger el baúl. El caminante se conformará con la protección bajo el toldo permaneciendo junto al preciado baúl. ¿para qué sirve el baúl? Para llevar el toldo. ¿Para qué sirve el toldo? Para proteger al baúl. Su vida no tendrá descanso hasta el día que muera o que abandone el baúl, conservando el toldo. Así es la situación del hegeliano.

Todo esto me recuerda un tal Trotsky, usando el arma crítica arriba del andamio.