Thursday, October 07, 2010

Por calle del rey arriba

Por calle del rey arriba,
de San Francisco a la diestra,
en casa de recios muros,
vivía la Primavera.
La luna que se asomaba
por los ventanales, era
la boca de una guitarra:
las cuerdas eran las rejas.
La Primavera tenía
carne de mujer morena,
ojos de amor y pecado,
boca de dulce promesa.

Manuel Rodríguez la amaba,
más otro la pretendiera:
antes que decir su nombre,
mi boca firme se cierra.
Sonriente y mozo era el uno;
el otro celo y fiereza.
Entre los dos militares
temblaba la primavera.

En noches de ausente luna,
llegaban ambos a verla:
el uno por la ventana,
el otro por franca puerta.
Los besos del que acudía
sin trabas a la vivienda
eran amargos de celos
y hablaban de muerte artera;
mas los de Manuel Rodríguez
sabían a madreselva;
sabían a estrellas rubias
y a rasgueo de vihuelas.
A la mujer por las rejas
toda el alma se le fuera.

Jinete en caballo moro,
Rodríguez a verla llega.
Le cantan los espolines
al desmontar en la acera.
Los espolines le cantan
a la mujer que lo espera,
pecho adentro, sangre arriba,
como nupciales promesas.

A través de los barrotes,
las manos de la morena
sobre el pecho masculino,
descansan en la guerrera.
Del militar en el cuello
relumbran dos calaveras:
es la insignia de los húsares
que entre las sombras destella.

"-Amado, anoche soñaba...
soñaba cosas siniestras:
la insignia que tú llevabas
en sangre se te tiñera...
Amado, en un cielo negro
sangraba la luna nueva..."
Manuel Rodríguez besaba
los labios de la morena;
sus dientes en la penumbra
brillaban con risa fresca.
"-La bala que ha de matarme
ningún hombre la fundiera.
La sangre que viste anoche
son mis amores, morena".

En Tiltil quedó tendido
de muerte alevosa y fiera.
La sangre del pecho abierto
manchaba dos calaveras.
En la noche de aquel día
fue roja la luna nueva.
A traición tuvo que ser,
que de frente no pudieran.
La bala no fue de plomo,
que fue de celo y fiereza.
Al mundo vino muy tarde
ese año la primavera.
Las rosas fueron más rojas
y fue más triste la tierra.

En calle del rey arriba,
de San Francisco a la diestra,
tras enrejada ventana
lloraba la Primavera.
Un caballero de sombra
llegarse quiere hasta ella.
No cantan sus espolines
al desmontar en la acera.
Del caballo que lo trae
las herraduras no suenan.
En vano dos blancos brazos
asómanse por la reja:
el caballero es el viento;
sombra en la sombra, se aleja.

La mujer está llorando.
Ya no vendrá el que ella espera.
¿El nombre de esta mujer
de sueño, amor y leyenda?...
Vivió en Santa Cruz de Triana;
era criolla y morena...
La historia no dice más.
Llamémosla Primavera.

Castellano, 1er. año de Educación Media, Reneé Viñas (ed.), p. 191, edición de 1983 (1990).

Discriminación

A menor educación, mayor discriminación. Y esto se entiende en los dos sentidos, vale decir, la gente más discriminadora suele ser poco educada y la gente poco educada suele ser discriminada. El doloroso resultado es que las personas humildes suelen discriminarse mutuamente, basta que veamos cómo tratan a los mapuche en comunas como La Pintana o La Granja.