Sunday, August 17, 2008

Raíces burguesas del cristianismo y del Imperio bizantino: tres hipótesis.

La información cuantitativa siempre es útil para lograr una imagen global del fenómeno social que sea y el que nos convoca no escapa a esa regla. J. Comby (2003) admite que la mayor parte de Occidente no era cristiano en vísperas del Edicto de Milán, por su parte R. Stark (2001) plantea que el año 300 d.C. la población cristiana bordearía el 10% del total de habitantes del Imperio y que el año 350, con posterioridad al gobierno de Constantino recién superaría el 50%. Se acepta lógicamente que las provincias orientales tuvieron mayor presencia de población cristiana dado que desde un comienzo la evangelización tuvo mayor desarrollo en ellas, especialmente Asia Menor. Stark (op. cit.) plantea que el cristianismo se expandió por la red social de los judíos de habla griega diseminados por el Mediterráneo Oriental. Estos pertenecían a la clase media y alta dentro del Imperio. Incluso en este punto he llegado a plantear que los viajes de comercio propios de los comerciantes judíos habrían sido el principal vehículo para la Evangelización y la circulación de epístolas (Calvo, en prensa). Esta situación respondería a un patrón de flujo informativo asociado al comercio marítimo que en el Mediterráneo se hallaba en funcionamiento con mucha antelación a la aparición del cristianismo.

La primera hipótesis dice que el ascenso y expansión de una burguesía cristiana de habla griega y étnicamente vinculada a los judíos fue función del desarrollo del comercio, especialmente portuario y que las persecuciones del siglo III pueden constituir un mecanismo natural de defensa del statu quo por parte de una aristocracia étnicamente romana y claramente apegada a sus valores tradicionales, entre los que evidentemente se encuentran los religiosos. Esta aristocracia controlaba el Imperio en alianza con la romanidad rural de provincias como Italia, Galia e Hispania y con todos los estratos de lengua latina en Roma. Por consiguiente, debemos hacer dos consideraciones: la primera que el paganismo estaba profundamente arraigado en todos los dominios de la cultura de habla latina y la segunda que la alianza entre Constantino y el cristianismo podría expresar el arreglo entre el poder militar y la burguesía ascendente. Esta última consideración corresponde a la segunda hipótesis.

Cuando Constantino queda en el poder tras las luchas contra Majencio y Licinio se hace de los dos elementos que un gobernante requiere para estabilizar su autoridad tras una guerra civil: la fuerza militar y el apoyo de un sector de la sociedad. En este caso los cristianos, minoritarios pero bien organizados. La alta aristocracia romana, toda la burocracia y los habitantes del palacio imperial seguían siendo paganos de habla latina. En un imperio donde más de algún gobernante había caído anteriormente bajo un golpe palaciego, un romano de provincia simpatizante de un culto oriental de habla griega tuvo suficiente olfato para percibir la hostilidad potencial del entorno. La fundación de Constantinopla pudo responder a esta situación. (cf. Candau, 2008) y en tierras helespontinas Constantino se hallaba en medio de una región intensamente evangelizada. Además la constitución de una red de asentamientos y vías entre la “Nueva Roma” y dos fronteras importantes, el Danubio y el Eufrates, facilitaban el control sobre los cuadros militares y los medio de comunicación. Tierras cristianas, eficiencia en el control del espacio y empoderamiento de la burguesía comerciante, con su paulatina transformación en aristocracia bizantina son elementos a los que se añaden el desarrollo agrícola en Asia Menor y que definen la pauta para los siguientes mil años: un imperio católico firmemente asentado en el poder de Constantinopla. En la concreción de este proyecto Roma y su aristocracia no sólo eran innecesarios, sino que a la larga incompatibles. Incluso podríamos pensar que la misma rivalidad entre burguesía helenoparlante y aristocracia romana que anteriormente había determinado las persecuciones, determinará en última instancia el cisma de la cristiandad, o sea, la separación entre un catolicismo romano y un catolicismo de oriente, impropiamente llamado ortodoxo. Este proceso se volverá paulatino apenas la aristocracia romana recibiera el bautismo y "contaminara" de cultura latina a una religión originaria del Mediterráneo oriental. En eso consiste la tercera hipotesis.

Las rutas comerciales que difundieron al cristianismo son las mismas que garantizaron la hegemonía económica del Imperio romano-oriental durante el Medioevo. Las redes de difusión evangélica no fueron otra cosa que los planos sociales del edificio bizantino, bastaba con que el poder lo descubriera para construirlo y con que a la larga uno de los cinco elementos anteriormente mencionados desapareciera para demolerlo.


Referencias

Calvo, G. Los primeros cristianos: una mirada antropológica. Manuscrito en prensa.

Candau, J. M. 2008. El nacimiento del Imperio cristiano: Constantino. Revista Historia de National Geographic, 66-74.

Comby, J. 2003. Para leer la historia de la Iglesia. Editorial Verbo Divino, Pamplona.

Stark, R. 2001. El auge del cristianismo. Editorial Andrés Bello, Santiago.

1 comment:

Anonymous said...

Interesante, el cristianismo de los primeros siglos es un tema que me interesa muchísimo, aunque lo que más he leído ha sido más bien historia de la liturgia.

Danilo V.