Hace ya unas semanas se cumplió un nuevo aniversario de la caída del muro de Berlín. Tras pensar, leer y volver a pensar, deseo compartir algunas observaciones sobre la República Democratica Alemana (RDA) y su desaparición.
Debo primero precisar que la imposición del socialismo en Alemania Oriental se hizo mancillando completamente la autodeterminación del pueblo alemán y que yo no podría concordar de modo alguno con el manejo estalinista que hubo para la constitución de las llamadas "democracias populares" en Europa oriental. También debe señalarse que a los líderes de la RDA les cabe toda la responsabilidad de la debacle de 1989 debido a su estrechez de criterio y miopía política durante la década de 1980.
Una vez precisado aquello, deseo señalar que la visión entregada por los medios nacionales durante los últimos meses de 1989 fue muy parcial y que la reunificación estuvo lejos de ser una instancia de plena felicidad para las personas; al menos de la RDA.
Como sabemos, el país se dividió en zonas de ocupación tras la Segunda Guerra Mundial, acordándose una "administración conjunta" de la capital porque se pensó en un gobierno conjunto que diera paso a la posterior normalización del país. Los aliados también acordaron que Alemania se reorganizara sobre bases democráticas, que se le mostraría al pueblo alemán cuáles fueron las causas reales de la guerra, que se erradicaría el fascismo y varios otros acuerdos que incluían acabar también con la oligarquía industrial, responsable del ascenso de Hitler.
En la práctica la "administración conjunta" no se dio de modo alguno. Soviéticos y norteamericanos usaban los mismos términos, pero les daban significados distintos durante las negociaciones. La diplomacia de Stalin tampoco mostró flexibilidad. La ciudad fue parcelada como el resto del país y cada potencia ocupante tomó decisiones para su zona de ocupación. Con el tiempo, Francia, R. Unido y E.E.U.U. lograron un acuerdo para unificar sus parcelas territoriales, pero no hubo acuerdo con la U.R.S.S. Ante esa situación, los aliados occidentales se percataron que si abandonaban Berlín, la zona de ocupación soviética se perdería para siempre.
Debe señalarse que la parte industrializada de Alemania quedó al occidente; el oriente había sido predominantemente agrícola y tradicional hasta esa fecha. Dentro del esquema dado por el Plan Marshall los norteamericanos generaron una nueva moneda para Alemania: el marco occidental, que no contó con la aprobación de Stalin, con lo que la separación entre dos estados se hizo irreversible. Los soviéticos bloquearon los accesos terrestres a Berlín Occidental, por lo que los norteamericanos realizaron un costoso puente aéreo para abastecer la ciudad.
Cuando la cortina de hierro ya era un hecho, se vio conveniente en términos políticos la idea de dejar un pie puesto dentro del bloque soviético. Con la fuerte inversión norteamericana en Alemania Occidental y las dificultades de la posguerra, la población buscó desplazarse a Occidente. E.E.U.U. vio que podía sacar ventaja de esa situación para triturar económicamente a la joven R.D.A. Berlín Occidental fue la pieza clave del proceso. La ciudad se benefició de arreglos urbanos, de nuevas edificaciones, de tiendas atractivas, de un festival de cine y de una nueva universidad, ya que la Humboldt quedó del otro lado. Vale decir, el propósito norteamericano fue convertir Berlín Occidental en una vitrina o mall gigante destinado a impresionar a la gente del este. A esto se suma que el marco occidental era más caro que el oriental. Como no había separación física entre los "dos Berlines", la gente de Berlín Occidental podía adquirir los artículos subsidiados de primera necesidad en Berlín Oriental, lo que presionaba hacia la escasez y la inflación. En Cuba los norteamericanos también buscaron generar inflación, pero ahí lo hicieron tratando de inundar la isla de billetes. Pese a todo, la RDA logró industrializarse y su economía gozó de buena salud, aunque dependía de la U.R.S.S. y cuando esta se empezó a desmoronar los efectos no tardaron en hacerse sentir. Nunca tuvo el estándar de vida que tuvo Alemania Occidental, pero es una falacía que su economía todo el tiempo haya sido un desastre.
Una de las regalías por vivir en Berlín Occidental era eximirse del servicio militar, por lo que una buena cantidad de objetores de consciencia fueron a dar allá. La paradoja es que esto significó la presencia sistemática de izquierdistas y socialistas no alineados con el esquema soviético. La paradoja es que los berlineses occidentales que participaron en la destrucción del muro en 1989 fueron en gran medida representantes de esta izquierda que ahora llamaríamos "woke".
Las ciudades suelen ser polos de desarrollo económico. Calama, por ejemplo, es un nodo para la minería así como Valparaíso es un nodo portuario. Berlín Occidental era una cabeza sin cuerpo que no administraba tarea económica relevante alguna, pero se veía a sí misma como un pilar de la diversidad cultural y una muestra de las ventajas materiales de la libertad capitalista. En realidad, era un escaparate de consumo con mucho de artificial donde los norteamericanos invirtieron más dinero que en la mayor parte de América Latina y el Caribe durante los años 50 y 60. En este oasis de diversidades no tardaron en hacerse ver los problemas que suelen enfrentar las grandes urbes, partiendo por el comercio sexual fuera de la Ley. A esto se suma la presencia militar que, con o sin muro, los occidentales la habrían tenido igual. Por consiguiente, también es falaz afirmar que el muro convertía a Berlín en una ciudad militarmente amenazada.
La reunificación se hizo bajo la constitución política de la RFA, lo que equivale a una anexión. Las empresas de la RDA fueron liquidadas y privatizadas a precios irrisorios. La mayor parte de la fuerza laboral de la RDA quedó cesante entre 1989 y 1990. Los adultos mayores tuvieron sus jubilaciones convertidas al marco occidental y el costo de la vida se encareció abruptamente porque la protección social del Estado oriental se acabó de la noche a la mañana. Hubo gente buscando alimentos en la basura. Por otro lado, los occidentales "limpiaron" las instituciones y las universidades orientales de elementos comunistas, o mejor dicho de lo que ellos calificaban de "comunistas".
Durante la primera mitad de los 90 la cesantía en la ex RDA era del 23%, casi un tercio de la población alemana vivía ahí, pero generaba menos del 10% del PIB nacional. Se puede culpar a los errores e ineficacias de la economía centralmente planificada, pero también es verdad que la RFA pudo haber apoyado de mejor manera a sus compatriotas y que la integración debió ser graduada. En realidad, Alemania Occidental engulló a la RDA. Hasta el día de hoy a los orientales se les trata con menoscabo. Ahí es donde están los rebrotes de fascismo en el presente por las expectativas capitalistas incumplidas y donde mucha gente "ostálgica" sigue pensando que habían fundadas razones para edificar un muro entre los dos berlines.

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